日記「5月1日」
Me alcanzaron los pensamientos. Sentí que la oleada de escribir y transcribir apuntes de cuadernos aleatorios, había tomado camino, que se había adentrado en un pequeño tren del cuál tenía leña suficiente para trabajar por sí mismo. La verdad, ese tren tuvo más leña de la que podría utilizarse por meses, pero nunca la subí al vagón correspondiente. la dejé al pie de la estación, la acarré tranquilamente hasta ese lugar y luego me fui pensando que volvería a hacerlo de nuevo. Al regresar al pueblo, me encontré que había más cosas por acomodar, papeles que ordenar y lugares que visitar antes de tomar una ruta corta para alcanzar el tren meses adelante. Ahora, este se encuentra parado de nuevo, en medio de una montaña, entre árboles y si no tardo mucho en salir rumbo a ello, sin nieve. No hay atajo para donde me dirijo, la madera tendré que recogerla una vez que encuentre al pequeño, los vagones vacíos, sin más que pensamientos flotando de manera amorfa. Necesito comenzar una rutina, no verla cómo una tarea de carga, cómo una obligación, verlo cómo lo que siempre fue, un escape, una forma de sacar todo a manera figurativa, en forma de achurados y letras sobre un papel. Los lugares están intactos, lejanos, un poco olvidados. Que haya detenido mi camino físicamente, no debe ser sinónimo de que mis pensamientos se queden en una misma ruta diaria. Las cosas cambian desde escoger la otra acera, ¿cuántas calles puedes tomar de manera diferente sin caminar más al mismo destino?
La semana me agarró ocupado, todo lo dejé indiscutiblemente al último. Querer terminar tres ilustraciones cuando sólo tenía dos visualmente resueltas en mi cabeza. La paleta estaba flotando, los recuerdos salieron a flote conforme trabajaba las ilustraciones, vi cómo alguien estaba en un lugar oscuro, en un esfuerzo sobrehumano de su persistencia de mantenerse parado frente a los demás, de hilar palabras y dar a entender que todo iba bien. No tengo opiniones públicas respecto a eso, lo que sí, es que me vi en ese lugar alguna vez, volver a mi recámara cada noche, sentir que no tenía a nadie y las sombras a forma de voces en mi cabeza decían todo aquello para que pensara que era viable no molestar a los demás con mi presencia. Fue una semana cansada mentalmente. El cansancio físico ayuda a no pensar, a soltar todo y mantener la cabeza a tope, son camaradas que deben de ponerle los límites al otro. Comenzar con el ejercicio y que el tiempo y la repetición lo transformen en lo que mejor le plazca.
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